Edouard Carmignac comenta la actualidad económica, política y social.
Estimados lectores:
Tal y como sondeé en mi última carta, los mercados de renta variable han registrado un comportamiento positivo en este primer trimestre del año, frustrando así a los numerosos profetas que anunciaban un claro repunte de la volatilidad, suscitada especialmente por la «imprevisibilidad» de Donald Trump.
Dado que el mercado estadounidense ha subido un 9.6 % tras la elección de Trump, ¿debemos concluir que el populismo, a falta de aportar una respuesta apropiada a un descontento generalizado y agravado por un sentimiento de injusticia, puede favorecer la recuperación de la actividad? ¿Que el nacionalismo económico que preconiza es factible en un mundo interdependiente y que puede favorecer el progreso priorizando la protección frente a la ambición y el conservadurismo frente a la innovación? De hecho, nosotros estamos convencidos de que la envidiable trayectoria del parqué bursátil estadounidense se debe más a la actual recuperación de la economía mundial que a las promesas electorales, cuyo cumplimiento se cuestiona cada vez más.
¿Debería replantearse el modelo europeo? Por supuesto. Bruselas no puede seguir regulando todo, desde las normativas sobre los bidés hasta las condiciones de fermentación de los quesos, mientras se muestra incapaz de implantar una política de inmigración sensata. La flexibilización de las limitaciones normativas es una necesidad imperiosa a escala europea. Sin embargo, sólo será efectiva si se implanta previamente en cada uno de los Estados miembros mediante la adopción de programas de reformas ambiciosos orientados a liberar energía tanto a nivel individual como empresarial. Esta liberación nos permitiría aprovechar las múltiples oportunidades de crecimiento que genera el mundo de mañana: rediseñar los modelos de producción y consumo, de vivienda, de transporte y de energía desde el prisma de la ecología inteligente.
Nos viene a la mente la bonita fábula de La Fontaine, La rana que quiso ser buey. La protagonista se hincha tanto, tanto... que acaba por reventar. Sería un disparate pensar que un país de la envergadura de Francia, con una economía tan debilitada y una actividad tan profundamente arraigada en el tejido económico europeo, pueda abandonar la zona euro, haciendo implosionar el proyecto europeo, saliendo indemne de ello.
Únicamente así se podrá evitar la creciente e ingente amenaza de un triple naufragio en los planos cultural, social y económico.
Con esta esperanza, reciban mis más cordiales saludos.