Edouard Carmignac comenta la actualidad económica, política y social.
Estimados lectores:
Abordamos este nuevo decenio con una sensación extraña. Nuestra prosperidad parece debilitada, la estabilidad de nuestra esfera política, socavada, y el equilibrio de las fuerzas mundiales, cuestionado. En efecto, el decenio anterior nos expuso a problemas de gran envergadura sin que ello se haya traducido en soluciones convincentes ni líderes clarividentes capaces de concebir, a partir de nuestra desilusión, planes de acción que fomenten la esperanza o la renovación espiritual.
Y, pese a ello... Pese a ello, esta decadencia no es ni mucho menos irremediable. La ralentización de la actividad mundial es, sin atisbo de duda, inevitable, pero los avances de la tecnología nos liberan de las tareas repetitivas, nos conceden tiempo libre, amplían nuestra esperanza de vida y ofrecen el mejor baluarte ante la amenaza del cambio climático. Las aspiraciones aislacionistas de los movimientos populistas, favorecidos por el caldo de cultivo de la paranoia y la desesperación reinante, empiezan a ponerse en tela de juicio. Donald Trump renuncia progresivamente al arma de los aranceles y Boris Johnson se dirige, le guste o no, hacia un brexit «suave».
Por mi parte, creo más bien que estamos haciendo frente a las desazones de un Renacimiento cuyos límites no somos aún capaces de determinar. La urgencia de la cuestión ecológica constituye un catalizador tanto de la necesidad de una mayor solidaridad entre las naciones como de grandes oportunidades de crecimiento. El irreversible progreso tecnológico mejora nuestra calidad de vida y debería permitirnos atender mejor a las poblaciones menos favorecidas. La implosión de los medios de comunicación tradicionales y el auge de los nuevos medios refuerzan la necesidad de contar con un consenso social menos fracturado que, paradójicamente, podría verse propiciado por el cuestionamiento del pensamiento único que prevalece hoy día.
Asimismo, albergo la esperanza de que la advertencia del payaso Joker, víctima de la desesperación, no se materialice. Entretanto, permítanme hacerles llegar mis mejores deseos de felicidad y plenitud.