Nací en el estado de Jammu y Cachemira, que limita con Pakistán al norte de India, cuando a mi padre le destinaron a la frontera como soldado del ejército indio. Unos meses después de que yo naciera, mi hermana, mi madre y yo tuvimos que irnos de Cachemira sin mi padre ante la inminencia de la guerra indo-pakistaní. Mi padre se ausentaba de casa durante once meses cada vez, por lo que crecí con mi madre en la localidad de Dudhpatil (Assam) hasta que cumplí nueve años. Después, me fui para continuar mi educación y empecé a vivir en la ciudad más cercana, Silchar, con mi tía, que era profesora de primaria. Ella me inspiró un férreo deseo de aprender y el sentido de la competitividad.
Cuando creces en un pueblo como el mío y en la época en la que yo lo hice, el nivel de exposición y conocimiento que se tiene sobre las posibilidades que te ofrece el mundo era extremadamente limitado para mi. Antes de cumplir los diez años, solo sabía que tenía que estudiar mucho para salir de un pueblo en el que era testigo de las dificultades de los jornaleros a mi alrededor para, con suerte, convertirme en profesor de universidad. Por tanto, poco después de graduarme en el instituto, me fui de mi pueblo natal y viajé durante cuarenta horas en tren hasta Delhi: para mí fue toda una aventura, dado que nunca había salido de mi ciudad hasta entonces.
Cuando llegué a Delhi, no podía permitirme pagarme el alojamiento, por lo que viví en un patio abierto de un templo durante algunos meses mientras esperaba a ser admitido en la Universidad de Delhi. Después, alquilé una habitación con un amigo que hice durante mi estancia en el templo. Como él tenía trabajo, se iba a dormir a las nueve de la noche, mientras yo estudiaba sentado en la escalera fuera del piso hasta bien adentrada la noche, dado que estaba bien iluminada. Después del primer semestre, una familia me ofreció una cama en su sala de estar y encargarse de mi alimentación a cambio de impartir clases a sus dos hijos durante los dos siguientes semestres: un intercambio que me convenía.
Aunque estoy orgulloso de mis orígenes indios, también lo estoy de ser ciudadano británico. Estoy convencido de que cuanto mayor es la exposición a distintas culturas, mayor es el conocimiento que es posible obtener. Y no solo por la oportunidad de aprender más sobre el mundo, sino también porque ayuda a ser consciente de uno mismo. Todos los días se aprende algo en la sociedad multicultural de Londres, y eso me encanta. En mi opinión, la democracia, el respeto al Estado de derecho, la diversidad y la libertad individual son algunos de los principales valores de la sociedad británica, y yo los comparto. Por tanto, por supuesto que me considero británico, pero siempre tengo presente mis raíces indias y tomo lo mejor de ambas culturas.
Después de cursar el máster, comencé mi andadura como profesor en una universidad de Delhi. Un par de meses después logré un puesto de profesor de Matemáticas en una universidad nueva de mi provincia natal, donde impartí clases a estudiantes de máster durante tres años. Pero dentro de mí tenía constantemente el deseo de realizar un doctorado en el extranjero. Tras presentar mi solicitud, recibí una beca de la Commonwealth para cursar un doctorado en la Kings College de Londres, donde me gradué en 2001. Todos mis compañeros del doctorado se presentaban a ofertas de trabajo en el mundo de las finanzas, por lo que decidí presentarme para un puesto de analista cuantitativo, y así es como empecé mi carrera en este ámbito.
Mientras trabajaba como analista cuantitativo con un gestor de carteras para un hedge fund en Londres, un miembro sénior del equipo de riesgos con el que no había trabajado nunca, pidió ayuda con un proyecto y yo me ofrecí. Unos meses después, ambos abandonamos nuestros puestos en el fondo y nuestros caminos se separaron. Algún tiempo después, él empezó a trabajar en Carmignac y, como necesitaba una persona en su equipo, se puso en contacto conmigo. Posteriormente, conocí a Maxime Carmignac y poco después me contrataron, para mi gran satisfacción. En el papel, no coincidía exactamente con la descripción del puesto de trabajo, mis experiencias anteriores no eran en gestión de riesgos sino como ingeniero financiero, estratega de derivados de acciones y programador. Creo que esta es la belleza de Carmignac: miran más allá del currículum, y principalmente miran las habilidades intrinsecas, el valor añadido que uno puede aportar al equipo a través de experiencias profesionales pasadas y, por supuesto, la capacidad para adaptarse eficientemente.
Gestionar los riesgos en los mercados financieros es como gestionar los riesgos en su vida diaria. Antes de tomar la decisión de hacer algo, siempre se tiene que dar un paso atrás y preguntarse: ¿vale la pena el riesgo? Debe tenerse en cuenta los diferentes escenarios, incluido el peor de los casos y su probabilidad de que ocurra, y luego evaluar si vale la pena intentarlo. Este es mi trabajo, darles a los gestores y analistas las claves para tomar estas decisiones.
En el equipo de front office, trabajo con varios equipos del negocio, como los gestores de carteras. Para seguir siendo competitivos, debemos contar con las cualidades de conectividad, agilidad y movilidad. Este es el aspecto que me entusiasma de mi trabajo y de las finanzas en general. Me encanta estar en medio de la acción. Esta es una de las razones por las que me encanta estar en “el terreno”, en medio de los debates y las conversaciones, incluso cuando no estás directamente involucrado. Es una fuente de aprendizaje increíblemente poderosa.
El área en la que trabajo tiene una gran diversidad cultural, ¡es increíble! Mis compañeros son grandes profesionales que proceden de países y orígenes muy distintos, como del Reino Unido, Francia, Estados Unidos, España, Alemania, Suecia, Turquía... No creo haber visto una área tan diversa y con este nivel de involucración en ningún otro sitio. Esto es algo muy emocionante y positivo. La diversidad de las personas, junto con la tolerancia, genera debates intensos y constructivos. En mi opinión, la diversidad se traduce en excelencia.
En Carmignac nos encargamos de gestionar de forma efectiva los activos de los clientes, y la excelencia gira en torno a cumplir ese mandato de la mejor forma posible y en equipo para garantizar la satisfacción del cliente. Siempre me pregunto si estoy dando lo mejor de mí mismo y si mi mejor versión es relevante y útil. Si mantenemos siempre una perspectiva realista sobre lo que estamos intentando lograr, podemos mejorar nuestro desempeño.
«Vive y deja vivir». Todo el mundo sueña con tener una vida exitosa y feliz, pero tenemos que mostrarnos tolerantes ante nuestras diferencias y adaptarnos para dejar vivir a los demás.