Estimados inversores:
Los mercados de renta variable parecen desafiar la gravedad. Las tensiones arancelarias, los conflictos en Oriente Medio y Ucrania, y la incertidumbre sobre la situación política en Francia no han podido frenar el alza constante de las bolsas conforme ha ido disminuyendo la volatilidad.
Sin duda, las condiciones son favorables y todo apunta a que se mantendrán. Las políticas presupuestarias continúan siendo acomodaticias y los tipos de interés bajan en todo el mundo gracias a las menores tensiones inflacionistas. Sin embargo, estas alentadoras circunstancias no justifican por sí mismas el aumento de las valoraciones.
En nuestra opinión, la explicación reside en el formidable impulso tecnológico al que estamos asistiendo. Nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido tanto progreso al alcance de la mano. Si Internet revolucionó la década de 1990 democratizando el conocimiento de forma ilimitada e inmediata, la Inteligencia Aumentada incorrectamente llamada «artificial»— nos permitirá progresar a un ritmo inimaginable en ámbitos cuya dimensión todavía no podemos calibrar. La IA ya nos libera de tareas que requieren mucho tiempo, como recopilar datos y redactar correspondencia rutinaria. En este sentido, constituye un factor clave para mejorar la productividad y estimular la creatividad. Es más, se ha convertido en un valioso motor de investigación tanto en física como en biotecnología, con premios Nobel incluso entre sus usuarios. Una esperanza de vida de entre 120 y 150 años, que hace diez años habría parecido una quimera, se antoja ahora factible. El desarrollo de la tecnología de fusión, con medio siglo de investigación a sus espaldas, permitirá ampliar el acceso a energía barata. Esto podría tener lugar antes de 2035, adelantándose dos décadas al horizonte previsto. Y en el ámbito de la defensa, la IA hace posible combatir con enjambres de drones avanzados y contemplar cazas sin piloto.
Resultaría inútil tratar de prever el alcance de la revolución que se está produciendo. Lo que está claro, no obstante, es que su despliegue se acelera gracias a la proliferación de centros de datos por todo el mundo. Hay que reconocer que la valoración de las acciones de IA es un asunto delicado y susceptible de despertar un desmesurado entusiasmo pasajero. Sin embargo, apenas nos encontramos en el principio de un importante despegue tecnológico que debemos anticipar y analizar lo mejor posible. Para los inversores, esto implica distinguir a quienes saldrán ganando y perdiendo de esta convulsión mundial.
Ante semejante cambio de paradigma, las maniobras políticas parecen triviales. Los cruces entre Donald Trump y Xi Jinping recuerdan al juego infantil francés de «la barbichette», en el que los jugadores se agarran la barbilla el uno al otro intentando que el contrario parpadee primero. En el pulso entre Estados Unidos y China, uno tiene la baza clave de los semiconductores avanzados y el otro, las tierras raras indispensables para el desarrollo de productos tecnológicos. No les queda otro remedio que pactar. En cuanto a la lamentable pantomima política francesa, no se está teniendo en cuenta que los mercados acabarán dando un contundente aviso antes o después.
Un cordial saludo,